jueves, 1 de abril de 2010

SIMONE WEIL (FRANCIA, 1909-1943)


 La belleza del mundo es la boca de un laberinto.El individuo desprevenido que al entrar da unos pocos pasos pronto es incapaz de encontrar la entrada.Agotado,sin nada para comer o beber,en la oscuridad,separado de sus seres queridos y de todo lo que ama y a lo que está acostumbrado,sigue caminando sin saber nada y sin aprender nada,incapaz incluso de descubrir si camina hacia adelante o si sólo está dando vueltas alrededor del mismo punto.Pero esta aflicción no es nada comparada con el peligro que el espera.Porque si no pierde el coraje,si sigue caminando,entonces es absolutamente seguro que llegará al centro del laberinto.Y allí está Dios esperando para comérselo.Luego seguirá caminando,pero estará cambiado,será diferente,después de haber sido comido y digerido por Dios.Más tarde se ubicará cerca de la entrada de manera que pueda empujar suavemente a todos los que se acerquen a ella.


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En el período de preparación el alma ama el vacío.No sabe si algo real responde a su amor.Puede creer que sabe,pero creer no es saber.Esa creencia no ayuda.El alma sólo sabe con certeza que tiene hambre.Lo importante es que anuncia su hambre gritando.Un niño no deja de gritar si le sugerimos que tal vez no haya pan.Igualmente sigue gritando.El peligro no es que el alma dude de que haya pan,sino que por medio de una mentira se persuada a sí misma de que no tiene hambre.Sólo puede ser persuadida de ello por medio de una mentira,porque la realidad de su hambre no es creencia,es una certeza.


de,Formas del amor implícito a Dios.1942

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